¡Peor que la desobediencia!
Pero Jonás se disgustó en extremo, y se enojó. Así que oró a Jehová y le
dijo: «¡Ah, Jehová!, ¿no es esto lo que yo decía cuando aún estaba en mi
tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis, porque yo sabía que tú eres un
Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte y de gran misericordia, que te
arrepientes del mal. Ahora, pues, Jehová, te ruego que me quites la vida,
porque mejor me es la muerte que la vida». Jonás
4.1–3
Existe un camino más corto y sencillo para nuestras rebeliones. Es el de
la humilde confesión que viene de un corazón contrito y quebrantado. Tal es la
confesión del gran rey David, en el Salmo 51.3–4: «Porque yo reconozco mis
rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo
he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, para que seas reconocido
justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio». Como líder usted tiene el
desafío no solamente de andar en sencillez de corazón, sino también de darle
ejemplo de esto a su pueblo. Qué su pueblo le pueda conocer como una persona
que no tiene permanentes justificativos para lo que claramente no es
justificable. Elija el camino de la confesión sin rodeos. ¡Le hará bien a
usted, y también a los que está formando!
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